Es evidente que el padecer cambios en los niveles hormonales, los factores ambientales, las alteraciones psicológicas derivadas por ejemplo de una crisis o un duelo, aquellos cambios de vida importantes, drásticos y, por supuesto, el estrés mantenido, pueden producir una alteración destacada en nuestra motivación y en nuestro estado de ánimo. Dicho de otra manera, nuestro estado de ánimo puede ser tan estable cómo vulnerable y hay una gran cantidad de causas que lo alteran de una manera prácticamente inminente e inevitable. Y, de hecho, según la psicoterapeuta Susan Zinn, el 60% de nuestra motivación y estabilidad emocional está determinada por tres componentes cruciales que depende de nosotros mismos:
- En primer lugar, nuestra satisfacción general ante la vida; si nuestras emociones son positivas con respecto a las experiencias del pasado, las del presente y la perspectiva de futuro.
- En segundo lugar, sentir que lo que hacemos en la vida es importante o de lo que podemos sentirnos orgullosos.
- Y, en tercer lugar, sentirnos de verdad en el compromiso del día a día sin perder el sentido.
Pero, ¿qué pasa con el otro 40%?
El otro cuarenta por ciento de la felicidad está definido, entre otros factores, por nuestra genética, pero eso no quiere decir que podamos ser personas destinadas a ser felices o infelices de manera inevitable, aunque es posible que a algunas de manera natural les cueste un poco más que otras.
¿Cuáles son las consecuencias de las alteraciones emocionales?
Ser inestables emocionalmente hablando, puede afectarnos en nuestra vida sentimental, social y laboral. Incluso, los estados de ánimo bajos, en el peor de los casos, pueden llegar a incrementar los riesgos de padecer trastornos del sueño, enfermedades mentales cómo la depresión, de corazón y diabetes si se incrementan y prolongan en el tiempo haciéndose crónicos debido al estrés que cada persona esté soportando y gestionando de una manera determinada.
¿Cómo podemos “aprender a ser más felices”?
El hecho de que tengamos una predisposición genética a sentirnos más motivados o no también depende de nuestra sensibilidad ambiental, es decir, algunas personas son susceptibles a su entorno y, por lo tanto, pueden cambiar significativamente sus pensamientos, sentimientos y comportamiento en respuesta a eventos tanto negativos cómo positivos.
Y no es descabellado pensar que nuestros cerebros se pueden reconfigurar para caminar hacia un estado más alegre y estable emocionalmente, para que todas esas respuestas a eventos negativos sean más poderosas. Y podemos conseguirlo gracias a un buen estilo de vida y de ir adquiriendo unos hábitos cada vez más saludables, es una progresión y, en definitiva, el camino a la felicidad no es otro que cuidarse cada vez más y mejor.
Realizar deporte con asiduidad, llevar una dieta equilibrada, procurar un buen descanso y disminuir el tiempo de pantallas, son factores cruciales para mantener la estabilidad en el estado de ánimo, puede que con seguimiento de profesionales también necesitemos una suplementación por carencia de alguna vitamina fundamental.
También resulta importante aprender a manejar las situaciones de mayor estrés desde su núcleo porque no podemos olvidar que hay muchos factores ambientales que contribuyen para desestabilizarnos y si supiéramos que además nuestra naturaleza genética tiene una predisposición a mantener una motivación baja con más razón para obtener confianza en cómo enmendarla; realizar ejercicios de respiración, fomentar la búsqueda de la calma y, sobre todo, aprender a cómo manejar la situación de la mejor manera posible para que finalmente no nos abrume el estrés o la situación adversa.
¿Cómo puede ayudarnos la salud personalizada obtenida a través de los datos genéticos y bioquímicos?
La interpretación de nuestra genética y datos bioquímicos puede aportarnos una información muy valiosa, conocer ciertos parámetros cómo niveles de vitamina D, que la evidencia científica nos aclara que un déficit de ésta se relaciona directamente con los estados de ánimos bajos, puede conseguir gracias a una suplementación controlada por profesionales que nos mantengamos más animados y motivados. Lo mismo sucede con las conocidas cómo “hormonas de la felicidad”, la serotonina, endorfina, dopamina y oxitocina.
Mediante el estudio de algunas mutaciones genéticas que se encuentran en genes relacionados con la dopamina, DRD2, y los genes TPH2 y HTR1A3, relacionados con la producción de serotonina, podríamos obtener una información con la que realizar un programa de cambio de hábitos para fortalecer el estado emocional.
Recuerda que ante estados emocionales inestables lo mejor es siempre acudir a tu profesional de confianza para realizar si fuera necesario un análisis genético y bioquímico; porque la información siempre es poder.
Referencias bibliográficas
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