Que es el estres

Seguramente alguna vez has sentido que el día a día se te hacía cuesta arriba. Momentos de nervios, de que las horas del reloj no fueran suficientes. Es probable que sintieras ir acelerado/a por la vida e incluso comenzar a ver que eso te estaba produciendo síntomas a nivel físico. ¿Te suena? Es el estrés. Y aunque todo el mundo habla de él, ¿sabemos exactamente qué es? En este post te sacamos de dudas.

El estrés, al descubierto

El estrés es una reacción normal y a veces incluso imprescindible en todas las personas, el cual se produce ante cambios o situaciones que suponen una amenaza o que simplemente incrementan las demandas por encima de las habituales. Esta respuesta, que conlleva toda una serie de cambios fisiológicos, emocionales y conductuales, ayuda a nuestro organismo a adaptarse a estas situaciones.

Los factores estresantes o estresores pueden ser de diferente naturaleza. Por ejemplo, el hambre, la falta de sueño o el frío pueden desencadenar estrés con el objetivo de asegurar nuestra supervivencia. De igual manera, factores emocionales cómo la ansiedad o la ira son capaces de producirlo también. Una particularidad del estrés es que las manifestaciones que tiene en una persona son independientes del tipo de factor que lo origina, es decir, el cuerpo siempre activa los mismos mecanismos ya sea por un traumatismo o por una mala noticia.

Pero entonces, ¿cómo puede algo que es necesario para nuestra supervivencia ser a la vez un motivo que perjudique nuestro bienestar emocional?

¿Héroe o villano?

Decir “estoy estresado” es siempre sinónimo de malestar. A menudo, el estrés únicamente acostumbra a tener connotaciones negativas, a ser el malo de la película. Sin embargo, el estrés se ha conservado evolutivamente porque ha sido y es tremendamente útil y necesario para asegurar nuestra supervivencia y adaptación a las exigencias del entorno. Cuando una amenaza aparece, nuestro cuerpo pone en marcha toda una serie de respuestas enfocadas a aumentar nuestra eficiencia, por ejemplo, incrementando la disponibilidad de energía o nuestro estado de alerta y vigilancia. Este estado de hiperactivación se conoce cómo respuesta de lucha o huida y lleva implícita la activación de un conjunto de procesos que nos proporcionarán las herramientas necesarias para poder afrontar la situación.

Del mismo modo que este mecanismo nos ayudaba a huir de las garras de cualquier depredador en la prehistoria, en el mundo actual, el estrés nos echa un cable para superar los obstáculos que surgen en nuestra vida cotidiana y que son necesarios para conseguir cosas positivas. Por ejemplo, nos brinda esa energía, concentración y motivación extra para superar un examen importante, para esa exposición dónde tenemos que hablar en público o para cuidar de un recién nacido, aunque tengamos una falta de sueño importante desde hace semanas. A este estrés, que es ocasional, se le denomina eustrés o estrés positivo y nos ayuda a crecer, madurar y prosperar. Por tanto, cierto grado de estrés optimiza nuestras capacidades. De hecho, cuando nos encontramos por debajo de nuestro umbral óptimo de estrés, con bajas demandas a nivel físico, psicológico y biológico, el cuerpo trabaja “a medio gas”, pudiendo llegar incluso a la fatiga o desgana si el reposo es excesivo.

Sin embargo, cuando la frecuencia, la duración o la intensidad de los episodios de estrés aumenta o no van seguidos de un período de recuperación éste se transforma en distrés o estrés negativo. El distrés se percibe cómo algo desagradable y se caracteriza por una activación psíquica y fisiológica excesiva y desregulada, la cual hace menguar nuestro bienestar y nos produce un gran desgaste personal.

Que es el estres

En resumen, si bien cierto grado de estrés nos transforma en una versión mejorada de nosotros mismos, por encima del nivel óptimo, el cuerpo se encuentra hiperestimulado, agotado y cansado. Cómo tantas otras veces en la vida, la clave está en el equilibrio.

La fisiología del estrés

A nivel fisiológico, cuando el sistema nervioso detecta la presencia de un factor estresante activa la producción de ciertas moléculas a nivel de las glándulas adrenales cómo las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) y los glucocorticoides (cortisol y cortisona). Estas hormonas provocan una serie de cambios en el organismo. En un primer momento, las catecolaminas aumentan la frecuencia cardíaca y la respiratoria, producen la contracción de los vasos sanguíneos, promueven la coagulación y aumentan la tensión muscular. Si el estímulo estresante se mantiene, los glucocorticoides aumentan la presión sanguínea, la producción de glucosa hepática y movilizan las reservas energéticas, incrementando los triglicéridos y el colesterol en sangre. Además, se inhibe la actividad de ciertos sistemas que no son imprescindibles para la supervivencia, cómo la del sistema inmunitario o el reproductor.

Todas estas adaptaciones, mantenidas durante largos períodos de tiempo, son responsables de las alteraciones metabólicas y orgánicas asociadas al estrés.

Conocer e identificar nuestros límites
Las manifestaciones del estrés son variables y por eso es aconsejable que sepamos reconocer qué es lo que ocurre en nuestro caso particular, que establezcamos nuestro propio “termómetro del estrés”.

En general, el estrés puede hacer que notemos cambios en nuestro cuerpo cómo dolor de cabeza o en el pecho, tensión o dolor muscular, fatiga, problemas digestivos, cambios en el deseo sexual o problemas para conciliar el sueño También es muy común que aparezcan alteraciones en nuestro estado de ánimo cómo ansiedad, inquietud, falta de motivación o concentración, irritabilidad, tristeza, depresión o el sentimiento de que no podemos con todo. Por último, podemos observar cambios en el comportamiento cómo comer más o menos de lo normal, realizar menos ejercicio, arrebatos de ira, aumento del consumo de drogas, alcohol o tabaco y aislamiento social. ¿Te sientes identificada/o con alguno de ellos?

Es importante ser conscientes de qué límites de estrés son tolerables para cada uno y nuestra capacidad de adaptación al mismo. Algunos rasgos genéticos, de personalidad, así cómo otros factores sociales, económicos o eventos que ocurrieron en edades tempranas influyen sobre la capacidad que tenemos de lidiar con él. Tener claro nuestro umbral de tolerancia nos permite mejorar nuestra calidad de vida y vivir de forma más tranquila.

Que es el estres

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