Piensa por un momento cuánta información recibes a través de tu piel. Caricias, besos, apretar la mano, quemarse al agarrar una taza de café hirviendo, sentir el sol de invierno, el viento en la cara… La piel es el órgano a través del cual percibimos el mundo que nos rodea y por eso es crucial mantenerla con buena salud. Y no únicamente por eso. La piel es lo primero que percibimos en los demás, es un reflejo de nuestra edad y nuestra salud y cuanto más cuidada esté, más se retrasarán los efectos del envejecimiento y más tersa y luminosa se verá.

¿Pero cómo podemos cuidar nuestra piel de la mejor manera posible? 

Conociéndola bien. Nuestra piel está compuesta por células que reposan sobre una matriz de colágeno y elastina, dos macromoléculas esenciales para que esté bien tensada y sea flexible. Y hay numerosos factores que afectan a la salud tanto de las células como de la matriz. Sin ir más lejos, la cantidad de nutrientes disponibles y los niveles de oxidación. Por eso debemos mantenerla nutrida, hidratada y darle los antioxidantes necesarios para mantenerla sana. Es también crucial reducir el nivel de sustancias oxidantes, como la cafeína, el tabaco o el alcohol que pueden acelerar los signos de envejecimiento.

Además, existen afecciones, como la inflamación crónica, que también pueden acelerar la destrucción de colágeno y elastina. Aunque la inflamación por sí misma no es algo malo, sí puede llegar a serlo si esta condición se cronifica y deja de responder a un mecanismo de defensa. Esta inflamación crónica en muchas ocasiones afecta a la piel y genera dermatitis, que la piel esté muy sensible, enrojecida, con sensación de quemazón y picor. Y el problema no es sólo estético. La inflamación crónica de la piel genera un torrente de compuestos químicos, como las citoquinas, que desestabilizan el colágeno y la elastina. Si se ven comprometidas estas fibras tensoras que dan firmeza y elasticidad, se pone en riesgo la salud de nuestra piel.

Pero ¿cómo sé si mi piel está bien cuidada? ¿O si necesita más antioxidantes, o debo cuidar esos signos de inflamación crónica? 

Conociendo tus marcadores moleculares. Porque cada uno de nosotros tiene una capacidad de generar antioxidantes distinta, y necesita ingerirlos en mayor o menor medida dependiendo de sus propios marcadores. Y lo mismo pasa con la respuesta inflamatoria. En nuestros genes podemos encontrar cuál es nuestra predisposición a tener inflamación crónica y, si lo sabemos, podemos actuar antes de que sus efectos sean tan evidentes que ya sea tarde.

Incluso los consejos generales para mantener la piel sana tienen matices en tu realidad molecular.

La información acerca de nuestra piel que podemos encontrar en nuestros genes es inmensa. En nuestro ADN también está contenida la propensión a eliminar folículos pilosos de nuestra piel, o sea, a quedarnos calvos. Y esto vale tanto para hombres como para mujeres, aunque sí, es cierto que más del 60% de los hombres tiene riesgo a sufrir alopecia y sólo el 25% de las mujeres. Pero sea como sea, la caída del pelo tiene una fuerte base genética y hormonal, debida a los andrógenos, y conociendo nuestra carga genética, podremos tratar de retrasar sus efectos.

Proteger nuestra piel es asegurarnos una mejor calidad de vida. Y la podremos proteger mucho mejor si la conocemos a fondo, un fondo con base genética y molecular.

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